viernes, 27 de abril de 2012

Norman Borlaug y la Revolución Verde

Nacido en Iowa, de una familia de granjeros, Norman se doctoró en fitopatología y genética, dedicando su vida al estudio de las diferentes variedades agrícolas de trigo, maíz y arroz, consiguiendo espectaculares progresos en el rendimiento de los cultivos por medio de un paciente trabajo de selección y mejora genética. Empezó sus investigaciones en 1944, y durante 18 años trabajó para el programa cooperativo entre la Secretaría de Agricultura mexicana y la fundación Rockefeller en México, consiguiendo el desarrollo de una variedad enana de trigo altamente productiva. Con ello logró que México pasara de importar la mitad de su trigo en 1943 a ser autosuficiente en 1956.
A partir de aquí, y después de muchas vicisitudes, consiguió el permiso de las autoridades para implantar esta variedad en India y Pakistán, haciendo que la producción de trigo aumentase espectacularmente, y aliviando las hambrunas que sufrieron estos países en los años 60. Posteriormente estos cultivos, y otras especies de arroz y maíz mejorados, se extendieron a China, Argentina, Turquía y España. Estos avances pronto fueron conocidos como la Revolución Verde.
Este paso de gigante en cuanto a la producción agrícola se produjo mediante la técnica tradicional de cruce de variedades y aclimatación a distintos suelos y ambientes, acompañado de un desarrollo del uso de pesticidas, herbicidas y fertilizantes. Las nuevas variedades mejoradas ofrecían una mayor resistencia a enfermedades, aunque con una gran dependencia de todos estos productos químicos y grandes cantidades de agua de riego.
Una ventaja de la 'revolución verde' es que disminuyó la cantidad de labor humana y aumentó el rendimiento de cultivos como el de arroz (91%) y la caña de azúcar (41%), incrementando los ingresos en un 20%. Pero han surgido algunos problemas. Los dos más importantes son los daños ambientales y la gran cantidad de energía que hay que emplear en este tipo de agricultura. Para mover los tractores y otras máquinas agrícolas se necesita combustible; para construir presas, canales y sistemas de irrigación hay que gastar energía; para fabricar fertilizantes y pesticidas se emplea petróleo; para transportar y comerciar por todo el mundo con los productos agrícolas se consumen combustibles fósiles. Se suele decir que la agricultura moderna es un gigantesco sistema de conversión de energía, petróleo fundamentalmente, en alimentos.

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