Con permiso de los ecologistas, son muchos los padres que añoran los viejos (y fiables) termómetros de mercurio. Los pediatras recomiendan ahora los modelos electrónicos aunque, por encima de todo, aconsejan a los padres no obsesionarse con la fiebre y aprender a valorar el estado general del niño.
Desde 2007, los termómetros de mercurio están prohibidos en la Unión Europea por los riesgos derivados de este metal pesado sobre la salud y el medio ambiente. También la Academia estadounidense de Pediatría los desaconseja por el riesgo de que se rompan.
Por eso, aunque muchas familias aún conservan el viejo termómetro de mercurio en casa ("como oro en paño"), la alternativa más extendida y recomendad para medir la fiebre en niños son los termómetros digitales, que ofrecen la temperatura en un lector digital en unos pocos minutos.
Para una correcta lectura, los fabricantes recomiendan que el aparato no haya estado expuesto al sol o a altas temperaturas, borrar las lecturas previas de la pantalla y no hacer la medición si el niño está muy abrigado o se acaba de bañar. Una vez colocado en la axila, es importante que el termómetro toque la piel y no la ropa; también conviene revisar la pila, porque pueden dar falsas mediciones si se está agotando.
Ana Luna, supervisora de Recursos Materiales de Enfermería en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid, confirma la diferencia de medio grado que suele existir entre el mercurio y algunos modelos digitales. "Y ese medio grado puede ser importante en los casos más graves, en los que un pico de fiebre nos obliga a pedir un análisis de sangre", explica. En casa, apunta, lo ideal sería tener un par de termómetros para poder comparar en caso de duda.
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